
Domingo 23 de enero de 2011
Rosa Mª de Hoyos: «Cada vez hay más separaciones y divorcios de mutuo acuerdo»
Esta mujer, que transmite firmeza y serenidad, ejerce la mediación desde hace casi 15 años
La letrada considera que el proceso de mediación es fundamental cuando la pareja que rompe tiene hijos en común.
Preservar siempre la capacidad de diálogo, pensar en los hijos antes que en cualquier otra cosa y procurar ponerse siempre en la piel del otro. Son las premisas que defiende y emplea Rosa María de Hoyos como mediadora familiar. Esta mujer, que transmite firmeza y serenidad, ejerce la mediación desde hace casi 15 años, llegó a ella cuando ya poseía una gran reputación como abogada matrimonialista y preside la Associació per al Desenvolupament de la Mediació en Ibiza.
—¿Por qué se interesó por la mediación familiar?—Fue curioso. Yo llevaba muchos temas de familia en mi despacho y la psicóloga Sara Santacruz, el alma de la mediación en la isla, se puso en contacto conmigo sin conocerme. Ella había hecho un trabajo sobre mediación familiar teniendo en cuenta los asuntos judiciales de Ibiza. Lo presentó a unas ayudas para proyectos de tipo social que ofrecía Sa Nostra, en 1996, y le dieron un dinero con el que montó en su despacho del paseo Vara de Rey un servicio de mediación. Se pudo en contacto con varios abogados (Ascensión Joaniquet, Matilde Valdés, Magí Torrens y yo), se constituyó la primera asociación de Balears para la mediación (Ademib) y empezamos a hacer mediación, aunque en aquel momento no teníamos una formación específica.
—¿Por qué se interesó por la mediación familiar?—Fue curioso. Yo llevaba muchos temas de familia en mi despacho y la psicóloga Sara Santacruz, el alma de la mediación en la isla, se puso en contacto conmigo sin conocerme. Ella había hecho un trabajo sobre mediación familiar teniendo en cuenta los asuntos judiciales de Ibiza. Lo presentó a unas ayudas para proyectos de tipo social que ofrecía Sa Nostra, en 1996, y le dieron un dinero con el que montó en su despacho del paseo Vara de Rey un servicio de mediación. Se pudo en contacto con varios abogados (Ascensión Joaniquet, Matilde Valdés, Magí Torrens y yo), se constituyó la primera asociación de Balears para la mediación (Ademib) y empezamos a hacer mediación, aunque en aquel momento no teníamos una formación específica.
—¿Cuándo pasó este servicio a ser público?—A partir del año 2000. Pero ya antes, cuando había casos de mediaciones de personas sin medios económicos el Consell nos los pasaba y se hacía cargo de los costes. En 2000 empezó a funcionar como servicio público a cargo del Consell Insular en el edificio de Cas Serres.
—Hace apenas dos meses que el Parlament Balear aprobó por ley convertir la mediación en un servicio público, pero Ibiza fue pionera hace una década.—Sí, aquí la Administración insular asumió como propia hace diez años una iniciativa que había nacido en el ámbito privado. El primero de todos los centros de mediaciones de Balears fue el de Ibiza y los demás siempre se han puesto en contacto con nosotros para hacernos consultas porque llevábamos ya un camino andado.
—¿Quiénes son los usuarios del centro de mediación de Ibiza?—Hay dos tipos. La mayoría viene derivado por un abogado, un psicólogo, un técnico de servicios sociales y, cada vez más, hay personas que acuden porque tienen el refernete de conocidos que les han contado que les ha ido bien. Estos particulares suelen ser personas que ni siquiera tienen abogado. Vienen porque quieren separarse y suelen tener el denominador común de que son padres y desean llegar a acuerdos por el bien de los hijos. También hay quien viene porque cree que les vamos a tramitar la separación, así que lo primero que se hace es una sesión informativa para explicar que la mediación no es un servicio jurídico. Hay un segundo tipo de usuario, el que nos llega por mediación intrajudicial. Los juzgados, en los casos que considera mediables, ofrecen a las personas que están en un procedimiento contencioso acudir a mediación.
—¿Cómo se efectúa esa derivación?—En noviembre se puso en marcha un protocolo que establece una guía de actuación para derivar usuarios desde los juzgados de primera instancia al servicio de mediación, aunque con anterioridad ya se nos habían derivado algunos asuntos por parte de jueces.
—¿En qué consiste este protocolo?—El juzgado propone a las partes si quieren acudir a mediación y, en el momento en que digan que sí, se rellena una ficha que se envía desde el juzgado al centro de mediación concertando una cita para la primera sesión informativa. Si tras ser informados, los dos aceptan, se comunica al juzgado y se inician las sesiones, que son siempre el jueves por la tarde.
—¿En qué casos es fundamental la mediación?—Cuando hay hijos. Aunque esa pareja rompa van a continuar siendo los progenitores de esos niños toda la vida. Si cuando se produce la ruptura se rompe el diálogo ¿cómo van a solucionar luego los todos los problemas que se vayan planteando en las vidas de sus hijos? En toda ruptura hay una parte legal y una parte emocional. En la ruptura no hay comunicación, a veces la pareja chilla, pero no se escucha. La labor más importante que se hace en mediación es conseguir que esa se retome el diálogo. Si el padre y la madre tienen una mala relación y no hablan, los niños manipulan y hacen lo que les conviene. Eso, a determinadas edades, no es nada bueno y va en detrimento del propio niño.
—¿Cómo ha evolucionado la mediación en la isla? ¿Es un servicio ya consolidado?—La mediación es algo que se va imponiendo poco a poco. Hay mucha gente que no ha oído hablar de la mediación, es muy necesaria la divulgación en este campo.
—¿Y es efectiva? ¿Cómo se mide la efectividad de la mediación´?—Nunca pierdes nada yendo a mediación. Que las personas dialoguen siempre es positivo
.—¿No se mide en función de los casos que dejan de ir a la vía judicial?—Sí. El tanto por ciento de mediaciones en las que se alcanzan acuerdos es bastante alto. Se evita la vía contenciosa, no la judicial. Después hay que ir a un abogado para que presente la demanda con el convenio acordado para que se dicte una sentencia homologando esos acuerdos. En 2009, de las 60 parejas que acudieron a mediación, 20 alcanzaron acuerdos totales o parciales. Lo consideramos una cifra muy alta.—Supongo que la mayoría de los usuarios son parejas.—En un porcentaje muy alto son casos de ruptura de parejas. En 2009, de los 60 casos que mediamos 59 eran por ruptura de pareja. Solo hubo uno de conflicto entre padres e hijos. Lentamente aumentan los casos de conflictos entre padres e hijos adolescentes. También hemos mediado alguna vez en problemas familiares en relación al cuidado de personas mayores. La mediación familiar comprende todos esos supuestos, también los problemas que pueda haber entre padres biológicos y padres adoptivos, todo lo que es el ámbito familiar, que es muy amplio.
—¿Cuándo se concluye que una mediación ha llegado a un punto muerto y qué se hace en esos casos?—Hay momentos en los que parece que es difícil continuar, pero se sigue. El problema es que uno de los dos no tenga paciencia y diga que lo deja. Si se está en mediación, lo que puede ocurrir es que se solucionen tres puntos y quede alguno pendiente, pero si se ha alcanzado algún acuerdo ya es un avance. Si queda pendiente la partición de bienes y se ha solucionado la atención a los hijos, ya es un paso. Lo que sí hacemos, cuando hay un momento de bloqueo, es sugerir a los mediados que hablen con sus abogados para que vean qué es lo que se les puede ofrecer por vía judicial y en mediación. Comparar es importante. Normalmente se dan cuenta de que las mediaciones son más rápidas, de que hablando se puede llegar a acuerdos al gusto de los dos. Lo que el mediador no puede permitir es que una de las partes se imponga a la otra, entonces se puede dar por finalizada la mediación. Tiene que haber un plano de igualdad.
—¿Es muy alto el nivel de separaciones y divorcios en Ibiza?—La verdad es que hay bastantes, pero cada vez se llega más a soluciones de mutuo acuerdo. La mayor parte de los abogados en Ibiza aconsejamos a nuestros clientes que se negocie y se llegue a un acuerdo. Aunque hay abogados que confunden la mediación con la negociación que llevan a acabo los abogados para que sus clientes alcancen acuerdos. La diferencia es que en la negociación los protagonistas son los abogados y en la mediación, los mediados.
—¿Ya no hay ´Kramer contra Kramer´?—Sigue habiendo asuntos muy contenciosos y los habrá siempre. A veces se producen situaciones muy graves dentro de las familias y se utiliza a los hijos. Estos divorcios contenciosos causan a los niños un daño irreparable. Es muy importante que las parejas que rompen sean conscientes del daño que pueden hacer a sus hijos si les utilizan en su propio beneficio o para vengarse de loq ue le ha hecho el otro. Esto suele ocurrir inconscientemente. Hay que apelar a la madurez, pero lo cierto es que en muchos matrimonios una de las partes es muy inmadura. Hay una gran inmadurez y cuesta mucho asumir la responsabilidad que implica tener unos hijos.
—¿Este comportamiento inmaduro es un síntoma propio de la sociedad ibicenca?—Vivimos en una sociedad en la que se evita todo lo que no nos gusta o cuesta y se tiende a buscar lo cómodo, lo más inmediato. Como abogada me encuentro muchos casos en los que el motivo de la ruptura es que hay una tercera persona. En esos casos siempre aconsejo al cliente que no reinicie una nueva relación hasta que no haya arreglado su situación familiar, porque eso siempre genera que la persona engañada por una posible infidelidad ponga más problemas y esté más dolida. También a los hijos les cuesta entender el comportamiento del que ha roto por una tercera persona. Pero generalmente la gente no espera a arreglar su situación para iniciar otra relación. Quieren la inmediatez, quieren las cosas ya, y creo que ese es un problema social que genera una cantidad de conflictos impresionante.
—¿Es un error que tiene consecuencias sobre los niños?— Muchas veces se añade a ese error otro más: intentar imponer a los hijos esa tercera pesona, en lugar de dejar a los niños que poco a poco asuman la ruptura de sus padres. Eso es una falta de sensibilidad. Tienen que entender que si esa persona ha sido encima la que ha provocado la ruptura de los padres va a generar sufrimiento en los hijos. Y también conflictos, porque a la persona engañada no le hace gracia que su pareja, que la ha dejado por esa otra persona, se la imponga a sus hijos. Hay que ponerse en el lugar del otro. ¿Te gustaría a ti que él o ella lo hiciera? Pues no lo hagas tú. Vemos las películas americanas en las que se divorcian, tienen una nueva pareja que va con los hijos y todos son felices… pero nosotros tenemos otra mentalidad, somos pasionales y todo eso cuesta más.
—¿La clave es la empatía?—La mejor regla es no hacer lo que no te gustaría que te hicieran. Si cuando hay un conflicto se pensara ¿qué es lo que más beneficia a mis hijos? y se actuara en conciencia, siempre se llegaría a un acuerdo. Lo que beneficia a los hijos es algo muy concreto, pero a veces se presentan como beneficios para ellos intereses particulares.—«Ellos estarán bien si yo estoy bien».—Efectivamente. O afirmar que si yo tengo un problema con mi marido ellos van a estar mal con él. No. La relación padre-hijo no es la misma que la de pareja.
—¿Qué requisitos deben cumplir los usuarios de mediación?—Existe una prohibición por ley y no puede haber mediación en los casos de violencia de género. Entiendo que es un error porque hay muchas escalas dentro de la violencia de género. El juez decano de Ibiza, que es el titular del juzgado de violencia sobre la mujer, es muy vanguardista porque considera mediables casos muy concretos, donde más que violencia de género ha habido un enfrentamiento puntual de una pareja que está en proceso de ruptura y que ha llevado a una denuncia. Deben ser casos muy especiales en los que no haya habido malos tratos físicos. El problema de la violencia de género es que se mete en el mismo saco un maltrato real y una discusión en la que se chilla y se amenaza. A nivel de mediación, tenemos que valorar si esas personas están en un plano de igualdad o uno es maltratador y el otro dependiente.
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